27.9.17

SHOBOGENZO BENDOWA


Bendōwa 

Eihei Dōgen

Cualquiera que haya protegido y trasmitido sin desviaciones la enseñanza de Śākyamuni, ha confirmado como punto central e irrenunciable la práctica efectiva de zazen en cuanto dirección y forma fundamental del vivir de modo auténtico el sí mismo original. Así, tanto en la India como en China, todos aquellos que han protegido y trasmitido de forma correcta la enseñanza de Śākyamuni, han practicado este zazen.

Trasmitir correctamente de un maestro a su discípulo la realidad concreta de practicar este zazen, es proteger en el transcurrir de las épocas históricas el fundamento de la enseñanza de Śākyamuni.

Aquello que en el ámbito de la tradición ha sido protegido y trasmitido es la concreta conducta del vivir de forma auténtica el sí mismo original y precisamente este modo de ser es el mejor entre los mejores, no contiene impureza alguna.

Desde el momento en el que se encuentra al propio maestro, las prácticas rituales como quemar incienso, realizar postraciones, recitar el Nembutsu, la [pública] confesión, la recitación de textos del Canon, no son necesarios. La única cosa necesaria es que el propio zazen actual coincida perfectamente con la modalidad del verdadero zazen.

Precisamente en el momento en que se hace zazen uniendo las manos, cruzando las piernas, sin emitir sonidos, con la lengua pegada al paladar mientras que la mente y el corazón dejan que se manifieste el movimiento de la consciencia tal como es, sobre todo sin dejarme arrastrar, en este zazen se manifiesta sin velos el verdadero modo de ser de todo el universo. Entonces la misma persona que hace zazen es un cuerpo único con cada cosa y todas las cosas que están en el espacio manifiestan el verdadero aspecto original de aquello que es si mismo. Así la totalidad de la verdadera forma aumenta cada vez más su esplendor, esta luminosidad una y otra vez genera la actividad de la verdadera forma original. Por otra parte, el mundo entero, entendido como lugar en el que opera activamente la verdadera apariencia, como también todos los seres vivientes que viven en él, liberados de las creencias particulares que son pensadas en base a los hábitos y a la mentalidad, ven claramente cómo debe de ser el auténtico modo originario de ser.

De este modo, en el momento en el que todos los seres de verdad se dedican completamente a ser aquello que deben ser, todo, tanto las cosas como los seres humanos, viviendo en la forma que les es verdaderamente propia, superando las distinciones relativas como «yo» y «distinto de mí», y estableciéndose establemente en la fuente de la vida, momento tras momento hacen brotar el modo absoluto en el cual ser. Por esto cada cosa canta la verdad sin añadir nada.

Este existir sin añadidos, puesto que es volver la propia luz directamente hacia si mismo, cesando los hábitos estereotipados y las construcciones mentales, es coincidir perfectamente con la vida en su aspecto fundamental.