28.8.16

La búsqueda del sentido (2), Roland Yuno Rech

El inconveniente de cómo nos vivimos esta búsqueda de sentido son las adicciones en las que podemos caer. Lo que detendría la búsqueda sería la espera totalmente satisfecha. El Nirvana sería así el sentido profundo de todos nuestros deseos, la búsqueda de la abolición de los mismos.

Además, si Dios no existe, parece que todo esté permitido y ello contribuye a la crisis de los valores morales que no se resuelve con el conformismo. 

Pero el nihilismo sería abolir una posibilidad de sentido más allá de los cinco órganos de los sentidos y de la mente. Este sentido lo daría el sentido de la trascendencia constitutivo del ser humano que se siente prisionero de su ego. Este sentido es la intuición de otra dimensión de la vida llamada a veces despertar original. Este sentido se manifiesta en todas las religiones y espiritualidades, así como en la práctica de la meditación. En la vía del buda es la bodichita o bodhaisin en el zazen, la aspiración al despertar a la realidad profunda de la existencia que permite poner fin al sufrimiento con todos los seres.

Del origen a la abolición de la pregunta de qué es el zen. Un arte de vivir arraigado en la práctica de zazen . En este mundo de sufrimiento sentarse en zazen es entrar en la misma vía del Buda Sakyamuni. Zazen es la meditación en la que él despertó impresionado por los sufrimientos vinculados a la impermanencia. Se cuestionó el sentido de la vida. La enfermedad, la vejez y la muerte son inevitables y parecen convertir en vanas todas las acciones humanas.

La búsqueda de Sakyamuni fue la del sentido del sufrimiento. Desembocó en una práctica liberadora de las ilusiones y de armonía con la realidad que se convirtió en el sentido de la existencia que sus discípulos hacen voto de compartir con todos los seres.

El espíritu del despertar es el espíritu que aspira a la liberación del sufrimiento. Sin escapar de la realidad de la impermanencia de la vida y de la muerte sino confrontándose con ella en la meditación.

La práctica de zazen es concentración y observación más allá de cualquier dualismo entre sujeto y objeto. El cuerpo vertical es una rayita que une el cielo y la tierra, un nexo de unión entre los dos.

La concentración en el cuerpo y la respiración apacigua la mente y clarifica el espíritu, pues ya no corremos tras nuestros pensamientos ni emociones. No nos apegamos a ningún estado en particular, lo que permite estar presente en la incesante aparición y desaparición de todos los fenómenos que forman nuestra existencia y la del mundo.

La impermanencia pone de manifiesto la ausencia de sustancia de todas nuestras construcciones mentales. Hacerla realidad permite soltar presa y conduce a la unidad de la vida aboliendo a la mente que crea separaciones y apegos. Estar simplemente sentado cuando se está sentado basta. La presencia en cada instante  más allá del antes y del después los convierte en instantes de eternidad. No se siente la necesidad de añadir nada a esta experiencia. No se necesitan oraciones ni ceremonias y entonces se puede hacer con libertad como expresión de esta liberación y de nuestra gratitud hacia el buda y sus sucesores que la hacen posible por medio de la transmisión.

La noción misma de sentido desaparece, pues el sentido sólo se busca cuando se ha perdido la unidad. Cuando se es uno con la vida de cada instante, no falta nada, y uno, no está separado de nada.

Observar las ilusiones y el karma permite ver los propios errores y transformarlos, pero es un mérito que se deriva de zazen, un sentido que aparece sin buscarlo.

En el Genjo Koan, Dogen dice: “Aprender a conocerse uno mismo es olvidarse de uno mismo”. Por medio de la concentración, más allá de las maquinaciones mentales y por la visión justa de la vacuidad de lo que constituye el ego.
Cuando el Genjo Koan habla Dogen de olvidarse, no es olvidarse en el sentido del sacrificio de uno mismo, del rechazo que sería mortificación o negación de uno mismo; sino olvido en cuanto abandono de todo lo que uno mismo crea separación. De todo lo que es apego a un falso ego, a una construcción mental. Se supera la ilusión de ese yo que dice yo… y se toma en serio, se opone a los otros y crea numerosos conflictos y separaciones. De esta manera el “no-si mismo” es el verdadero “sí- mismo”, es decir, una existencia sin separación, una existencia que incluye a las demás.

Zazen nos libera de los apegos que perturban la paz del espíritu, las preocupaciones de la vida cotidiana, la avidez, el odio, la agitación y el letargo; las dudas y todas las maquinaciones mentales tales como la idea de un yo separado. Sólo permanece una conciencia atenta y ecuánime que no se estanca en nada, ni siquiera en los estados estáticos que algunos interpretan como satori. La verdadera liberación consiste en percibir intuitivamente la ausencia de sustancia de todos los fenómenos por el hecho de que están condicionados por su interdependencia. De esta manera uno puede despertar de sus ilusiones, iluminar sus sombras, lo que nos evita proyectarlas sobre los demás y sobre el mundo que nos rodea. Ello permite acoger lo otro tal y como se presenta, sin juzgarlo a través de nuestras categorías mentales. Entonces, el valor que anima inconscientemente nuestra vida es el amor benevolente y la simpatía hacia todos los seres.

Recuperamos nuestra unidad original con todo el universo, cualquier sentimiento de carencia desaparece y la necesidad de sentido se abole La verdadera naturaleza de nuestra existencia se hace realidad en la vida sin separación.

“Sin por qué es la rosa ”, decía Ángelus Silesius. La cuestión del sentido surge de una carencia, el no estar en unidad con la vida de cada instante que busca compensaciones en el haber, riquezas, conocimientos, poder, sentido.

Zazen nos despeja de la pregunta y de lo que la provoca. En ku, la última vacuidad, no hay sufrimiento, ni origen del sufrimiento, ni cese del sufrimiento.

No hay separación entre sujeto y objeto, entre significante y significado, entre acción y finalidad que alcanzar. Coincidimos con Wittgenstein cuando escribe: “La solución al problema de la vida se encuentra en su disipación”. La vida que emana de ellos o manifestación de una armonía con el dharma, con el orden cósmico. El sentido profundo aparece cuando ya no se espera, no se busca, pero se nos ofrece por añadidura, es el regalo de zazen.

¿Un sentido más allá de todos los por qués. Por qué interroga la causalidad, hemos nacido en esta condición a causa de nuestro karma pasado. Shakyamuni lo comprendió en la meditación que hizo de él un despierto. Las doce causas interdependientes nos mantienen en el ciclo del samsara, su funcionamiento implica que nuestra existencia está hecha sólo de interdependencia , así que no tiene sustancia propia, por lo tanto el egoísmo ha de abandonarse y se manifiesta el sentido de profunda solidaridad con todos los seres. Y se convierte en respuesta a la pregunta: ¿Para qué?

(continuara)

5.8.16

La búsqueda de sentido - Roland Yuno Rech

La búsqueda de sentido - Roland Yuno Rech


LA PRÁCTICA DEL ZEN: UNA BÚSQUEDA DEL SENTIDO

¿Cuál es el sentido de nuestro encuentro? ¿Cuál es el sentido de nuestra búsqueda? Depende de las expectativas de cada uno. No hay un único sentido.

La búsqueda del sentido de la vida es una profunda aspiración hacia un absoluto que sería el fundamento de nuestra existencia y sin el que tenemos un sentimiento de carencia y de frustración, pero buscar un sentido supone que un fenómeno, por ejemplo nuestra vida, es el signo de otra cosa, una idea que sigue el significado: la razón de ser, y que serviría para justificarla dándole valor propio. 

Este proceso de pensamiento nos instala, de entrada, en la dualidad, de la que puede sacarnos la meditación profunda cuando existe sin sujeto y sin objeto, es decir, sin significado. Es el sentido de liberación, pues ¿quién busca un sentido?

La pregunta sobre la búsqueda del sentido fue el centro de mi vida de los 14 a los 28 años, esta pregunta me hizo abandonar un principio de carrera profesional  y  partir en un viaje alrededor del mundo en busca de un sentido. Era vital para mí y no hubiera podido seguir viviendo si esa búsqueda no hubiera concluido. Al final me encontré sentado en un zafu en zazen en el templo  de Antaiji en julio de 1972 y durante zazen la pregunta sobre el sentido me abandonó.

Me encontraba en un estado de gran paz, de gran libertad interior y me di cuenta de que todas mis dudas, todas mis preguntas, se habían volatilizado literalmente. 

¿Quiere decir esto que zazen había contestado a la pregunta? No lo creo. Sencillamente hizo que desapareciera el funcionamiento mental que hace que nos planteemos este tipo de preguntas.

El sentido ya no es lo que se busca en la práctica sino que surge de la práctica. 

Esto no quiere decir que no haya realización de un sentido, por supuesto, y esto es lo que intentaré articular . En primer lugar recordando los grandes principios de lo que es la meditación, después, de cómo aparece un sentido a partir de esta meditación como una especie de regalo que se nos da de más por añadidura. El sentido ya no es lo que se busca en la práctica, sino que surge después de la práctica.

Tras mi vuelta a Francia, la práctica con el Maestro Deshimaru me hizo comprender poco a poco lo que había ocurrido durante ese zazen en Japón, y también todas las implicaciones de esa experiencia de zazen respecto a la vida, y sobre todo, para llegar rápidamente a lo esencial, me permitió encontrar, creo, el sentido de la unidad de esta vida.

En efecto, la búsqueda del sentido se impone cuando desaparece el sentido de lo propio, cuando el espíritu queda como contaminado por el pensamiento dualista que domina nuestro mundo actual y exacerba el individualismo y las causas de los conflictos. La meditación permite reencontrar la unidad con uno mismo y con el mundo. Nuestro rostro original antes del nacimiento de nuestros padres.

La búsqueda del sentido comienza a menudo cuando, hundido en la rutina de lo cotidiano, uno queda sorprendido por lo absurdo de una vida mecánica. El síntoma deprimente de una vida de “de casa al trabajo” y “del trabajo a casa”.

Con la pérdida de la fe en Dios y el fracaso de las ideologías llamadas liberadoras, hay una tensión entre deseo de un sentido que de una dirección a nuestra vida y la indiferencia del universo que provoca un sentimiento de absurdo en la vida cotidiana.

Albert Camus escribía: “Se trata de saber si la vida debería tener sentido para ser vivida”, la mayoría de la gente evita esta pregunta o responde con rodeos corriendo tras sus deseos a riesgo, cuando se agotan, de hundirse en la depresión.

(CONTINUARA)

2.8.16

CAMPO DE VERANO EN EL CASTAÑO DE ROBLEDO (SIERRA DE ARACENA)

FOTOS CAMPO DE VERANO ARACENA 2016

Unas cuantas fotos del ango que tuvo lugar en la Sierra de Aracena (Huelva), el pasado mes de Julio de 2016, y que fue dirigida por el Maestro Zen Alonso Tai Kai Ufano.

(Alonso Tai Kai, fue reconocido como Maestro Zen, en Marzo de 2016, en Egino, por el Maestro Zen Roland Yuno Rech.)






















ENSEÑANZA RESPECTO AL PRECISO DISCERNIMIENTO Y A LA CLARA COMPRENSION DEL MODO DE VIDA - SHOBOGENZO BENDOWA



A partir del fundador del budismo, Śākyamuni, todos aquellos que han vivido viendo claramente el justo modo de existir, mientras que han continuado ininterrumpidamente transmitiendo de una persona que tenía realmente ese carácter a otra que lo poseía a su vez, han testimoniado ese modo de vivir perfectamente armonioso. No existe mas que un modo supremo más allá de la posibilidad de nuestra voluntad, que es base y fundamento de aquel modo de ser. Este modo es como verter toda el agua de un recipiente tal como es a otro.

Aquello que es trasmitido así es la individualidad que vive el Sí mismo original de forma auténtica; precisamente este modo de vivir es la base, la norma característica de la enseñanza de Śākyamuni. Llevar hasta el fin este modo de vivir, puesto que es volverse a si mismo verdaderamente libre, es alegría, es juego.

La forma concreta que constituye el punto fundamental de este modo de vivir es zazen. A cualquiera ya desde el nacimiento le es completamente dado el principio de la condición en la que la persona vive el sí mismo original genuinamente, sin embargo, si no pasa a través de hacer precisamente la práctica de zazen, aquel principio no aparece manifestado y si no se evidencia en él el zazen, en realidad no se lo tiene.

Desde el momento en que vivir genuinamente el propio ser original equivale a romper el recinto del viejo «yo» pensado sobre la base de los hábitos y del intelecto, si es demolido ese recinto se entreabre la amplitud y la profundidad del mundo sin límites y queriendo expresarlo en palabras se puede hablar a placer.

La persona que posee este modo de vivir sin confines, ilimitado, voluntariamente no da paso en ningún ámbito a la conciencia de estar viviendo una vida ilimitada, sin confines. De hecho, siendo la realidad sin limitaciones, la persona que la vive y esta misma realidad no pueden ser diferenciadas como si fuesen dos. Por otra parte, independientemente al hecho de que a todos haya sido ya dada la posibilidad de vivir genuinamente el propio modo de ser fundamental, en aquel que vive al interior del recinto del viejo «yo» pensado según hábitos e intelecto, no se manifiesta el universo en tanto que funcionamiento de la plena libertad. Esto sucede porque dividiendo por una lado a mí mismo y por el otro al mundo entendido como objeto, precisamente ahí se establece una delimitación. Practicar zazen no quiere decir que, una vez hecho zazen, obtengamos algo a cambio, o bien que avancemos construyendo algo. La totalidad de la existencia que comprende a mí mismo es avanzar expresando un vivo testimonio de la forma completa que es ya si mismo.

Precisamente en este caso está de modo completo la forma de vida que no divide cada cosa en dos según las categorías de «propio y de otros», «yo y distinto a mí». Cuando está esta completud, las categorías y las diferencias como «mí mismo», «tú mismo», «existencia», «modo de vivir fundamental», ya no sirven.

MAESTRO DOGEN
BENDOWA